jueves, 29 de noviembre de 2012

¡¡Partooooo!!

No tengo ni tatuajes ni piercings en ninguna parte de mi cuerpo. Nunca encontré un diseño que me gustara tanto, ni una ubicación para ponérmelo que me convenciera definitivamente. Apunto de dar a luz a mi primer hijo, lo había encontrado, no tenía dudas. Mi tatuaje consistiría en una palabra colocada en la frente para que se viera bien, EPIDURAL. Uno de los primeros recuerdos que tengo estando en el hospital para dar a luz, es un grito desgarrador de otra chica. Un grito de esos de película de miedo, que te ponen la piel de gallina o los pelos como escarpias, o las dos cosas.Lo siguiente que oí fue ¡¡Partoooo!! y puertas que se cerraban una detrás de la otra. Si tenías alguna duda sobre si querías anestesia o no (y yo no la tenía), ya se había despejado, "Por supuesto" y "Por favor, ya".Tuve un parto largo de primeriza, que me permitió sufrir los dolores del parto pero también las bondades de la ansiada anestesia. Ya con el niño en brazos, la primera noche no pude dormir por tres razones fundamentalmente: 1) Estaba excitada por la experiencia que acababa de vivir, ¡qué momento!, la 2) mi niño lloraba todo el rato, y la 3) No hacía más que pensar en lo que hubiera tenido que pasar si no me ponen la epidural y tengo que dar a luz de forma natural, porque yo no soy una superwoman...pero casi.


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